Se trata de una alteración psicomotriz en los niños que da
lugar a torpeza, lentitud y dificultad para realizar movimientos coordinados
aparentemente sencillos que requieren la coordinación de varios grupos
musculares, como por ejemplo escribir, peinarse, atarse los zapatos, jugar al
balón o montar en bicicleta cuyos síntomas pueden comenzar a ser visibles desde
el año de edad, pero se hacen más evidentes durante la edad escolar, entre los
cinco y los once años. Se estima que pueden sufrirla entre un 2% y un 5% de los
niños en esta etapa.
Una de las claves más importantes dentro del tratamiento de
la dispraxia es que los padres aprendan diversas técnicas para ponerlas en
práctica en casa.
Estas son algunas pautas y consejos para el tratamiento del
síndrome del niño torpe:
-Si la dispraxia afecta a la coordinación: realizar
ejercicios como tocar un instrumento,
subir y bajar escaleras, hacer manualidades…
-Si la dispraxia afecta al habla: se pueden hacer técnicas
de entrenamiento logopédico, tales como movimientos linguales hacia arriba y
abajo, movimientos mandibulares o de mejillas…
-Si hay afectación en el área emocional se trabajará en
terapias que ayuden a resolver situaciones estresantes y habilidades sociales
-Es importante que los padres refuercen la autoestima de los
niños, lo cual ayudará a que valoren sus capacidades y sepan exprimirlas al
máximo.
En general el pronóstico de la dispraxia es bueno y
únicamente una mínima parte de los casos verán afectada su actividad habitual
en la vida adulta.
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