Se habla de tartamudeo cuando el niño repite las sílabas,
los sonidos, las palabras o las frases enteras, o bien cuando titubea para
empezar a hablar. Lo más frecuente es que la tartamudez sea un trastorno de
tipo emocional o relacional, que se manifiesta en la comunicación verbal y se
ve agravado o mejorado según el estado emocional del niño. Cuando se equivoca,
el niño intenta controlarse y corregirse, pero cuanto más se controla, peor se
expresa, aumentando sus tartamudeos.
Muchos de los problemas de fluidez (entre el 65 y el 85%)
desaparecen espontáneamente, sin tratamiento, en los dos años posteriores a su
aparición, pero entre el 20 y el 50% de estos problemas iniciales pueden
continuar hasta la edad adulta.
Es conveniente no corregirle ni obligarle a hablar bien. Es
recomendable ignorar su tartamudeo y seguir hablando con él cuando se le ve
hablando con normalidad. Es importante no exigirle lo que está por encima de
sus posibilidades.
Cuando se convierte en un problema hay que acudir a un
profesional que lo trate. Se puede consultar a un logopeda, le ayudará a
pronunciar las letras y las palabras en las que tiene mayor dificultad lo que
puede darle confianza para sentir el control de su aparato fonador y le
resolverá el problema. Si no te da resultado acude a un psicólogo, dará un
tratamiento más global a las complicaciones de ansiedad, y las personales y
familiares que se hayan articulado alrededor del tartamudeo.
En el aula es normal que surjan algunos problemas a la hora de tratar con un niño con
tartamudez, por eso a la hora de hacerle una pregunta es aconsejable que
se supriman las preguntas innecesarias, hacer preguntas cuyas respuestas sean
cortas, tratar que el niño con tartamudez sea el primero en responder, ya que,
en caso contrario, la tensión y la preocupación aumentarían mientras esperara
su turno, indicar a todos el alumnado de la clase que tendrán tanto tiempo para
contestar como necesiten, usar estrategias para obtener la información que
queramos de forma indirecta, es decir, dejando al niño/a que tartamudea la
decisión de contarnos algo o no. Por ejemplo, en vez de preguntarle
directamente: “¿Qué hiciste el fin de semana?”, se le puede decir: “Ayer hizo
un día muy bueno, seguro que no te quedaste en casa”.
También podemos evitar problemas a la hora de realizar
una tarea de lectura, aunque hay niños/as que tartamudean más cuando leen y
otros que son completamente fluidos. Para cada caso hay que utilizar dos tipos
de estrategias diferentes: en el caso de que nuestro alumno/a tartamudee más
cuando lee en voz alta que cuando se expresa a través del lenguaje oral
espontáneo, procuraremos crear situaciones en las que la lectura no se
convierta para él en un momento de preocupación y, por tanto, de estrés
comunicativo o en el caso de que el alumno/a que tartamudea se exprese de una
manera más fluida cuando lee en voz alta, procuraremos favorecer las
situaciones de lectura para reforzar esos momentos de fluidez.